Los
Primeros indicios del teatro chileno se pueden encontrar durante la reconquista
española. En esta época (mediados del siglo XIX), más específicamente en 1842,
fray Camilo Henríquez funda el denominado “movimiento literario y cultural”,
dando así el primer paso para impulsar el desarrollo del teatro nacional.
Durante este periodo llegaron a Chile Argentinos y Venezolanos, entre ellos, Domingo
Faustino Sarmiento y Andrés Bello, que sostienen interesantes polémicas de
orden ideológico y literario con los intelectuales Chilenos, despertando la
inquietud de la joven generación de entonces. Se funda así la Universidad de
Chile y numerosos establecimientos educacionales.
Poco se
hablan de teatro en el período de la colonia en Chile, es válido pensar que, sí
hubo funciones, al aire libre, en el atrio de Iglesias y algún salón familiar.
La primera sala de teatro, en Santiago, se
conoce en 1810, justo en los albores de la Independencia. Se llamaba COLISEO, y
estaba frente a la Iglesia de La Compañía, en el sitio que hoy ocupa el
edificio de los Tribunales de Justicia. A
comienzos del siglo XX, el teatro chileno tuvo un cambio importante en los primeros
años del 1900 comenzó a tomar un marcado acento nacional.
En Santiago, a principios de la década
de 1970, el teatro de circuito comercial estaba integrado por unas diez
compañías que funcionaban en pequeñas salas y llegaban, por lo tanto, a un público
restringido. En los primeros tres años de la década, y propiciado por el gobierno de la Unidad Popular, se vivió un gran desarrollo y el
número de compañías teatrales se incrementó considerablemente, entre ellas
destacan ICTUS, Compañía de los cuatro, El túnel y Aleph.
Junto a estas, la escena teatral de todo el país se pobló de conjuntos
aficionados formados por estudiantes, trabajadores, intelectuales; cuyo
objetivo primordial era el de expresar su propia visión de mundo con un
lenguaje nuevo, directo.
Después del golpe de Estado de 1973, todo el orden cultural alcanzado se subvirtió.
El teatro, así como toda la actividad del país, sufrió un fuerte impacto y por
casi un año no existió actividad teatral. El teatro del régimen militar
promovió montajes de autores clásicos y algunas comedias musicales de costosa
producción y escaso valor estético; surgieron compañías de
"café-concert" que utilizaron elementos y recursos como el show y el
espectáculo de cabaret.
Hacia 1975, comenzó a articularse un
incipiente movimiento de teatro independiente no subvencionado, que intentó
rescatar una expresión nacional y popular. Surgieron compañías como Imagen, Teatro del Ángel, La Feria,
Taller de investigación teatral, Teatro Universitario Independiente, entre
otras. De este modo, la actividad teatral volvió a ocupar todo el territorio con temas y problemas de las
relaciones humanas, del trabajo, de la crisis económica y la violencia, a
través de un lenguaje indirecto, pleno de sugerencias y cargado de humor negro.
A pesar de que éste período se caracterizó por la creación colectiva de los
grupos teatrales, este renacer también alcanzó a los dramaturgos, entre los que
destacan Juan Radrigán,
en Chile, y Jorge Díaz,
en el exilio.
Por otra parte, aunque cada grupo
mantuvo su particularidad respecto a la función de cada cual frente a la
contingencia política, todos formaron parte de una corriente común de resistencia
a la dictadura junto al Canto nuevo, a la Agrupación Cultural Universitaria
(ACU), a los escritores, a los artistas plásticos, entre otros. El especialista
Hernán Vidal señaló: "el proyecto central de los teatreros chilenos es el
de contribuir a la rearticulación de la conciencia nacional dentro del ámbito
de fragmentación del autoritarismo". Cabe señalar que en este período, el
teatro puramente comercial tuvo gran éxito de público con espectáculos como Cabaret
Bijou, El violinista en el tejado y la transmisión de obras por el Canal
13 de la Universidad Católica de Chile.
A mediados de la década de 1980, el
teatro nacional desarrolló una intensa actividad en distintos rincones del territorio
con una valiosa acogida del público. La actividad teatral de este período se
nutrió de las nuevas experiencias y aprendizajes que trajeron artistas que
regresaban del exilio. De este modo, aparecieron Andrés Pérez y El Gran Circo Teatro, Ramón Griffero y El Troley, Mauricio Celedón y Teatro del Silencio, Alfredo Castro y Teatro La Memoria, La Troppa, por mencionar algunos. Desde este
momento y hasta la recuperación de la democracia en 1990, el teatro nacional
diversificó los temas y dio espacio a la experimentación.
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