martes, 12 de noviembre de 2013

TEATRO CHILENO

Los Primeros indicios del teatro chileno se pueden encontrar durante la reconquista española. En esta época (mediados del siglo XIX), más específicamente en 1842, fray Camilo Henríquez funda el denominado “movimiento literario y cultural”, dando así el primer paso para impulsar el desarrollo del teatro nacional. Durante este periodo llegaron a Chile Argentinos y Venezolanos, entre ellos, Domingo Faustino Sarmiento y Andrés Bello, que sostienen interesantes polémicas de orden ideológico y literario con los intelectuales Chilenos, despertando la inquietud de la joven generación de entonces. Se funda así la Universidad de Chile y numerosos establecimientos educacionales.

Poco se hablan de teatro en el período de la colonia en Chile, es válido pensar que, sí hubo funciones, al aire libre, en el atrio de Iglesias y algún salón familiar.

La primera sala de teatro, en Santiago, se conoce en 1810, justo en los albores de la Independencia. Se llamaba COLISEO, y estaba frente a la Iglesia de La Compañía, en el sitio que hoy ocupa el edificio de los Tribunales de Justicia. A comienzos del siglo XX, el teatro chileno tuvo un cambio importante en los primeros años del 1900 comenzó a tomar un marcado acento nacional.

En Santiago, a principios de la década de 1970, el teatro de circuito comercial estaba integrado por unas diez compañías que funcionaban en pequeñas salas y llegaban, por lo tanto, a un público restringido. En los primeros tres años de la década, y propiciado por el gobierno de la Unidad Popular, se vivió un gran desarrollo y el número de compañías teatrales se incrementó considerablemente, entre ellas destacan ICTUS, Compañía de los cuatro, El túnel y Aleph. Junto a estas, la escena teatral de todo el país se pobló de conjuntos aficionados formados por estudiantes, trabajadores, intelectuales; cuyo objetivo primordial era el de expresar su propia visión de mundo con un lenguaje nuevo, directo.

Después del golpe de Estado de 1973, todo el orden cultural alcanzado se subvirtió. El teatro, así como toda la actividad del país, sufrió un fuerte impacto y por casi un año no existió actividad teatral. El teatro del régimen militar promovió montajes de autores clásicos y algunas comedias musicales de costosa producción y escaso valor estético; surgieron compañías de "café-concert" que utilizaron elementos y recursos como el show y el espectáculo de cabaret.

Hacia 1975, comenzó a articularse un incipiente movimiento de teatro independiente no subvencionado, que intentó rescatar una expresión nacional y popular. Surgieron compañías como Imagen, Teatro del Ángel, La Feria, Taller de investigación teatral, Teatro Universitario Independiente, entre otras. De este modo, la actividad teatral volvió a ocupar todo el territorio con temas y problemas de las relaciones humanas, del trabajo, de la crisis económica y la violencia, a través de un lenguaje indirecto, pleno de sugerencias y cargado de humor negro. A pesar de que éste período se caracterizó por la creación colectiva de los grupos teatrales, este renacer también alcanzó a los dramaturgos, entre los que destacan Juan Radrigán, en Chile, y Jorge Díaz, en el exilio.

Por otra parte, aunque cada grupo mantuvo su particularidad respecto a la función de cada cual frente a la contingencia política, todos formaron parte de una corriente común de resistencia a la dictadura junto al Canto nuevo, a la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), a los escritores, a los artistas plásticos, entre otros. El especialista Hernán Vidal señaló: "el proyecto central de los teatreros chilenos es el de contribuir a la rearticulación de la conciencia nacional dentro del ámbito de fragmentación del autoritarismo". Cabe señalar que en este período, el teatro puramente comercial tuvo gran éxito de público con espectáculos como Cabaret Bijou, El violinista en el tejado y la transmisión de obras por el Canal 13 de la Universidad Católica de Chile.


A mediados de la década de 1980, el teatro nacional desarrolló una intensa actividad en distintos rincones del territorio con una valiosa acogida del público. La actividad teatral de este período se nutrió de las nuevas experiencias y aprendizajes que trajeron artistas que regresaban del exilio. De este modo, aparecieron Andrés Pérez y El Gran Circo Teatro, Ramón Griffero y El Troley, Mauricio Celedón y Teatro del Silencio, Alfredo Castro y Teatro La Memoria, La Troppa, por mencionar algunos. Desde este momento y hasta la recuperación de la democracia en 1990, el teatro nacional diversificó los temas y dio espacio a la experimentación.

TEATRO EN PARAGUAY

Ya en 1544 se da en Asunción la primera y accidentada representación -auto sacramental injerta de sátira- que es también la primera farsa platense. Pero la continuación no justifica tan auspicioso comienzo. Dejando a un lado las Misiones jesuíticas -donde además de autos y loas llegaron a darse pequeñas óperas- la crónica registra poco teatro en la época hispánica, y éste no fue de producción local, ni tampoco rebasó, que sepamos, durante siglos el nivel de las presentaciones religiosas en ciertas festividades (Semana Santa, Corpus, etc.). Hemos de llegar a los últimos lustros y a los ilustrados gobernadores de ese periodo -Lázaro de Ribera, principalmente- para asistir a manifestaciones de teatro profano. En 1800 se dio La vida es sueño, y en 1804 Tancredo, y -vale la pena decirlo- esas funciones teatrales, fueran costeadas por el Cabildo; alarde cultural no reeditado hasta épocas muy recientes. (En los años 1964 a 1968)

Es fácil comprender en qué medida los factores que condicionaron la evolución de la poesía y la narrativa se habían de reflejar a su vez en la del teatro, retrasando la síntesis de los múltiples y complejos elementos que concurren a esta manifestación. El perspectivismo tiene en este terreno su más cumplida ejemplificación y no precisamente porque ejerza acción positiva alguna, sino justamente por lo contrario; porque no se produjeron hechos que pudieran señalar eficazmente rumbo progresista.

Don Carlos Antonio López incluyó el teatro en su plan cultural; extranjeros -Ildefonso Antonio Bermejo (1820-1892), Cornelio Porter Bliss (18..-18..), escribieron entre 1858 y 1864 las primeras obras de factura local representadas en el país: piezas intrascendentes o circunstanciales. El primero, además, intentó –siempre con los auspicios de Don Carlos- organizar un "teatro nacional", instruyendo actores, edificando un teatro, trayendo compañías extranjeras, ejerciendo la crítica teatral en la prensa de entonces.

La guerra del 65 corta todo previsible logro; y aunque durante los 30 años siguientes no faltan las visitas de compañías de comedia, drama, zarzuela, opereta y opera, y se llevan a las tablas esbozos escénicos de varios extranjeros residentes, hemos de llegar a fines de siglo para ver representadas las primeras piezas de autor nacional. Las escasas noticias críticas que han quedado señalan su elementalidad y Melo dramatismo. La venida en 1906 de la compañía argentina Esteves-Arellano, trayendo por primera vez un repertorio netamente platense, fue un toque de alerta al cual no se mostraron sordos los intelectuales de la época: la prensa de entonces da testimonio del estimulo que esa presencia ejerció; y una prueba lo fue el primer concurso de obras teatrales, convocado ese año entre cuyas condiciones figuraba "el tema nacional". Los resultados probaron también las dificultades con que tropezaban los voluntariosos autores para lograr la síntesis de los complejos elementos que configuran un teatro propio. En el extranjero escribe entre 1910 y 1920 Eloy Fariña Núñez (1885-1929) varias obras que no llegan a ser conocidas: no pudieron, por tanto, ejercer función perspectivista; tampoco por el mismo motivo la pudieron desempeñar otras producidas mucho mas tarde, también en el exterior.

El teatro nacional se encuentra, pues, librado intrafronteras a sus propios impulsos y recursos creativos, y su lucha por someter a unidad los recalcitrantes factores de fondo, formales y técnicos -lucha nada fácil- no ha terminado todavía.

Durante mucho tiempo las pocas piezas producidas hallan grandes dificultades para su estreno, porque las compañías visitantes traen su repertorio hecho, y las locales no logran rebasar el estadio aficionado, con sus defectos congénitos: la, inconsecuencia y la corta vida. 

De 1915 a 1924, sin embargo, consiguen ya llegar al escenario varios autores: son los precursores efectivos de la escena nacional, porque con ellos se inicia la preocupación por el teatro como empresa cultural. De las piezas producidas por este grupo cabria decir lo que al frente de una de las suyas escribió Manuel Ortiz Guerrero: “Esta obra debió ser grande; pero del querer al hacer juega la fortuna muchas veces". Más solidez de oficio poseen en general las piezas de una etapa siguiente (1924-1932), en que esos autores y otros de la misma promoción: Luis Ruffinelli (1890), Miguel Pecci Saavedra (1890-1964), Facundo. Recalde (1896-1971), Arturo Alsina (1896), Pedro Juan Caballero (1900-1964), coinciden con los nacidos entre 1900 y 1910; entre ellos Benigno Casaccia Bibolini, que en el exterior escribe El bandolero, 1932, serie de retablos de concepción poético-expresionista, animados por un mensaje universal y siempre vigente

Si poesía y narrativa andaban por ese tiempo desorientadas en cuanto a sustanciación de contenido y elección de cauces formales, qué de extraño que no sea posible asignar a este volumen teatral una vertiente determinada. Es característica la atomización de rumbos, no sólo de un autor a otro, sino inclusive dentro del repertorio del mismo autor. La problemática local tienta poco a los escritores, y cuando lo hace, resulta casi siempre desnaturalizada por la versión de conflictos y tipos en moldes foráneos. Sólo tímidamente parece haberse aproximado este teatro a lo popular y costumbrista en alguna obra de Pedro Juan Caballero, ya citado.

La crítica ha señalado antes de ahora en el teatro hispanoamericano a niveles semejantes la acentuada inclinación a investir, no sólo las formas previas, sino también los conflictos y los caracteres del teatro foráneo asequible. Y como esos modelos a mano, aunque no siempre inferiores, son con mucha frecuencia pasatistas o reiterativos, la copia resulta inactual en sus enfoques, convencional en el diseño de sus personajes -de característica bidimensionalidad e ingenuismo psicológico- insuficiente o débil en su estructura, tendiendo unas veces a lo intrascendente y otras a lo melodramático. Añádase la tendencia retorica consecuencia del predominio del dialogo sobre la acción, como ese predominio lo es del desarrollo insuficiente de la intriga.

El teatro paraguayo no pudo escapar a estos defectos, como lo comprueba la mayoría de su producción; y los llevo más allá de los límites cronológicos establecidos por esa producción continental. Posee, no obstante este teatro, aún en sus más extremos convencionalismos y escaseces un sentido de la dignidad escénica, una conciencia de lo que el personaje se debe a sí mismo como encarnación humana enfrentada a una projimidad espectadora en trance de crecimiento espiritual; una aspiración humanista, en fin, no siempre presente, más tarde en épocas de mayores facilidades para la manifestación en las tablas.

Es de observar también que durante muchísimo, tiempo permanece este teatro al margen de las fijaciones tópicas que traban el desarrollo de las otras manifestaciones literarias. Ni el tema histórico ni el indigenista imantan la atención del escritor teatral; constituyen excepción piezas como La epopeya del Mariscal, 1924, de Eusebio A. Lugo, (1890-1953) o La conquista, 1926, de Manuel Ortiz Guerrero (1897-1933). Lo terrígeno hallara cauce en el teatro en guaraní, que culminará, súbitamente, poco después.


LA GUERRA DEL CHACO Y EL TEATRO

En efecto, la guerra del Chaco (1932-35) trace consigo al teatro en guaraní de Julio Correa (1890-1953). En este teatro -que no toca aquí estudiar- asciende de golpe la autenticidad local al plano escénico. Lo hace en guaraní, reeditando así un hecho peculiar en la historia de esta área, en la cual cada profunda conmoción colectiva, al señalar una participación masiva del pueblo en el quehacer histórico, señala a la vez una reactivación del idioma vernáculo a ciertos niveles. (Sucedió así ya en la guerra de 1865-70).

Ahora bien, si la poesía supera esta etapa sin dificultades, simplemente deslindando campos idiomáticos; y si la narrativa encontró solución al problema en las formas diversas que más arriba se han señalado, en el teatro la crisis se planteo con rasgos graves, a causa quizá del retraso mismo del teatro en castellano en ponerse al día. El teatro de Correa, en una acción despejante homologa a la de su poesía, enfrentó al público por vez primera, con la realidad cotidiana -agudizada en sus aspectos sociales por la situación de guerra- en piezas a veces técnicamente inexpertas, pero estremecidas de vida; y el público se sintió de pronto extraño a aquellas otras obras en las cuales la forma teatral, mas pulida, revestía contenidos cuyo eco le llegaba ahora de lejos, en escala sin ecuación en sus nuevas preocupaciones. Las piezas en castellano perdieron su escaso público: éste se volcó totalmente a las piezas en guaraní. El éxito de Correa llevo a algunos entusiastas a enunciar la tesis extrema de que solo un teatro vernáculo era posible en el Paraguay. Los hechos posteriores se encargaron de desmentirlos: el problema no era de idioma, sino de contenido; y en el fondo y por supuesto, de experiencia teatral en ese mismo público; pero lo positivo e innegable es que en la atmósfera creada por la situación bélica, el teatro en castellano se halló de pronto totalmente marginado; y esos escritores, animados de un gran fervor cultural, pero imposibilitados por sus mismas características generacionales para adaptarse a la circunstancia, inician su receso, en más de un caso definitivo en cuanto a su aparición en las tablas se refiere, aunque algunos sigan escribiendo y dando a conocer sus obras en cenáculos.

EL TEATRO Y LAS NUEVAS CORRIENTES LITERARIAS

Pasado 1940, alivianada la atmosfera de posguerra los intentos de integración de un teatro nacional se reanudan. Se constituyen la Compañía Paraguaya de Comedias y del Ateneo -está, como ligada a una institución, lógicamente de más segura trayectoria y firme continuidad-. Al propio tiempo una nueva promoción de autores surge y se propone poner al día la escena, iniciando el compromiso del personaje teatral con su tiempo, la agonística de solidaridad hasta entonces ausente de este teatro; construido a base de conflictos individuales o de tesis de alcance idealista y limitado -salvo en la pieza mencionada de Casaccia-. Son los nuevos autores: J. Ezequiel González Alsina (1918) con La quijotesa rubia, 1945; y El gran rival, 1947; Augusto Roa Bastos (1918) con Mientras llega el día, 1946 (en colaboración con Oca del Valle, director de la compañía del Ateneo). En el movimiento ingresan algunos de los autores más jóvenes de la etapa anterior (Roque Centurión Miranda, Josefina Pla) a la vez que el teatro popular costumbrista se hace presente con buen éxito en Arévalo, 1943, de Jaime Bestard (1892) y el teatro indigenista vuelve poéticamente por sus fueros en Urutaú, 1941, (publicado en 1949), de Concepción Leyes de Chaves; versión local del Ollantay incaico.

De haber Prosperado este movimiento, inclusive los autores de la etapa precedente habrían podido en algún caso actualizarse y sumar a la tarea sus entusiasmos, íntegros aún; pero la guerra civil del 47 intervino para interrumpir el proceso. En efecto, en los años que siguen a esa durísima experiencia colectiva, las primeras compañías profesionales paraguayas (1949) organizan su labor en torno a los principios siguientes, explicitados en slogans, entrevistas e inclusive desde las tablas, cara al espectador:

Primero: el teatro solo as comprensible en función de entretenimiento: el público "no quiere dramas".

Segundo: para ser "paraguayo" al teatro; deben serlo no solo actor y actores sino también los personajes, los ambientes y el conflicto: y por paraguayo se entiende si no explicita, implícitamente, lo campesino; y en concesión extrema, lo suburbano.

La mediatización que la circunstancia social y política ejerce progresivamente en la selección temática contribuya para la deshumanización de este teatro y su desfiguración artística. La fijación tópica que repercutió en el proceso de la narrativa cala ahora el plano teatral, llevando consigo la virulencia que las mismas características comunicativas de este género le confieren. Así se gesta una actitud de rechazo de todo problema que rebase el localismo en el contenido y lo reidero en la expresión. En otras palabras, teatro nacional se hace equivalente, no solo de teatro nacionalista, sino de teatro cómico (Se exceptuarían las piezas históricas; pero éstas no se dan, paradójicamente, en este período. Las excepciones, rarísimas, indicarán más adelante). La crítica, ajustada, salvo rara excepción, a premoldes homólogos, no contribuye a modificar el estado de cosas.

Esto explica, que la mayoría de las obras serias escritas durante el periodo 1930-1950, con el propósito de actualizar la escena paraguaya, permanezcan inéditas hasta hoy o se estrenen con quince, veinte años o más se retraso (Algunas fechas darán idea: Aquí no ha pasado nada, premio del Ateneo Paraguayo en 1941, se estrenó en 1957. Desheredado, escrito en 1933, se estrenó en 1966).

Las escritas durante la década 1950-60 siguen aun, muchas de ellas, la misma suerte. No precisa insistir en algo tan sencillo como que las frustración de los autores, así cercenados de la escena, se traduce en última y dramática instancia, en la frustración de un teatro al cual se le han cerrado sus posibilidades de expresión y crecimiento durante los últimos treinta años, quebrando, su normal posible, trayectoria.

Dos conjuntos die distinto rango pero ambos de carácter vocacional -Escuela Municipal de Arte Escénico, dirigida por el autor y actor Roque Centurión Miranda (1900-1960) y la mencionada Compañía de Comedias del Ateneo, dirigida por Fernando Oca del Valle, lucharon en desventaja con esta situación (que se prolonga hasta hoy) durante varios años; la compañía del Ateneo, si bien con una serie de interregnos, continua aportando su esfuerzo al repunte de una cultura teatral. Desde 1948 se añade la acción de la mencionada Escuela de Arte Escénico (Inaugurada por el intendente Abel Dos Santos el 17 junio 1948. Véase los diarios, y especialmente LA TRIBUNA, de esa fecha), institución municipal para la formación de actores y a través de ellos, la extensión de la cultura teatral.

En 1964 se creó el Elenco Estable Municipal, con egresados de la Escuela; disuelto, en 1968, se reorganizó en 1971. Su objetivo es difundir la cultura teatral a base de un repertorio de valores.

Los numerosos autores cultivan pues casi todos especialmente desde 1960 el teatro de inspiración local y frívola, para el cual hay perspectivas inmediatas de estreno. Dotado de chispa e inventiva, Mario Halley Mora (1924) mostró en Se necesita un hombre para caso urgente, 1959, y El dinero del cielo, 1961, capacidad para mayores empresas, que confirmo en El último caudillo, 1966, Magdalena Servin, 1967, La Madame 1974. Aunque en total lleva estrenadas cerca de cuarenta piezas, y ha llevado a escena algunas de estructura más moderna y ambicioso mensaje, como Interrogante, 1968 y Un rostro para Ana, 1970, El ultimo caudillo y Magdalena siguen siendo las mejores de este autor.

Naturalmente no ha quedado el teatro al margen del problema idiomático, de caracteres totalitarios al principio, como hemos visto. Todas las obras serias estrenadas entre 1940 y 1970 lo fueron en castellano, con excepción de las de Correa; aunque unas cuantas han incluido frases en guaraní, y una, Casilda, 1957, drama histórico, de Benigno Villa (1903), alguna escena entera. J. Ezequiel González Alsina busco en Bolí, 1954, solución lógica al problema con el castellano guaranizado. A partir de 1970, han subido al escenario algunas obras reideras en castellano mechado de guaraní, e inclusive algunas completamente en idioma indígena. Esto podría llevar a creer en una invasión del teatro por el vernáculo; en rigor en esas piezas el teatro reidero fuerza sus límites, buscando la prolongación de una hegemonía que a pesar de todo aparece ya precaria.

Se comprende pues, lo antes señalado, a saber, que el repertorio de obras serias estrenadas sea corto; desde 1950 a la fecha solo dos o tres autores han conseguido ver sus obras en escena. Alcibíades González Delvalle (1938) ha estrenado Procesados del 70, 1967 y El grito del Luisón, 1971, piezas ambas que se alinean ventajosamente dentro de la magra producción nacional destacable. José María Rivarola Matto (1917) es autor del más logrado intento realizado, hasta la fecha en pieza estrenada, para elevar la temática local al plano del interés universal, en El fin de Chipí González, 1954 (premiada en el Festival de Teatro Paraguayo, ese año). José María Rivarola Matto ha obtenido el primer premio en el concurso Radio, Charitas 1967 con La cabra y la flor y de nuevo el primero en el concurso 1972, con La Encrucijada del Espíritu Santo.

La circunstancia esteriliza otra vez el esfuerzo de más de uno de los autores aparecidos después de 1960, y entre los cuales los hay de positivo merito, como Carlos Colombino (1938) momento pare los tres, 1958; José Luis Appleyard (1927) Aquel 1811, 1960; Ovidio Benítez Pereira (1933) El hueco, 1965; Dónde está, 1970. Un dato por demás significativo: una obra de este autor, Como la Voz de Muchas Aguas premia da en el concurso teatral de Radio Charitas en 1964, no ha sido estrenada hasta la fecha. Ramiro Domínguez (1929) Cantata heroica, 1969.

El Elenco Estable Municipal represento Aquel 1811. Elencos vocacionales de laboriosa trayectoria, como el TPV (Teatro Popular Vocacional) y el TEA (Teatro Experimental Asunceno) han permitido el estreno de algunas de ellas, como El hueco y Cantata heroica (El TEL estrena en 1973 “Morituri”, de Benítez Pereira). No cabe desconocer el movimiento concientizador de teatro cifrado en los certámenes estudiantiles anuales desde 1969, y cuyo foco irradiante fue el Colegio Nacional de Niñas. Estos certámenes que consiguieron imantar entusiasmos en ambientes del interior del país, adquirieron nuevo vuelo a partir de 1972, con el cisma que dio por resultado la división de grupos y programas: desde esa fecha, operan anualmente dos certámenes distintos, que nuclean distintos grupos.

No puede pues extrañar, dado lo apuntado, que si la poesía paraguaya ha trascendido en algunos casos ya y figura en antologías y revistas internacionales; y si la narrativa ya ha alcanzado plenamente el nivel también internacional, el teatro permanezca hasta ahora en la etapa del consumo interno. Los únicos autores que hasta el momento han evadido el circulo férreo local han sido Rivarola Matto, cuyo El fin de Chipí González, traducido al inglés figura en la Three Pieces with Angels, antología organizada por W. K. Jones publicada en Norteamérica; y Josefina Pla, cuya Historia de un número, estrenada en el Festival de Teatro, Joven Latinoamericano en la Olimpiada de México 1968 ha sido incluido en dos antologías de teatro corto americano; la de Aguilar, Madrid, 1970, y la de Escelicer, Madrid, 1970; y ha sido dada a través de Radio Nacional de Buenos Aires en 1974.

Así pues, el teatro les reacio en madurar, y espera aún la obra de nivel internacional. Los autores que escriben teatro serio -los hay a prueba de desengaños- tienen por hoy muy pocas probabilidades de estrenar en compañías profesionales. El teatro experimental, que apunta con TEA en 1958 y con el GALPON en 1958, recibe hacia 1965 el refuerzo del TPV, en 1966 el del grupo TALIA, de breve vida, y últimamente el de varios grupos entusiastas (TIEMPOVILLO, grupo CALABAZA y GENTE DE TEATRO) cuyo empuje vocacional espera el aval precioso del tiempo. Sin embargo, el porvenir que se ofrece por hoy al teatro llamado serio, es bastante pesimista; sus autores -tanto los sobrevivientes de la etapa 1924-32, algunos en plena madurez, como los surgidos con posterioridad-, no tienen, repetimos, hasta hoy seguridad de una "chance" para el estreno de sus obras. Por lo demás, un hecho se impone: desde 1960 no aparecen autores nuevos capaces de renovar el paisaje teatral.
 

TEATRO EN LA COLONIA
Durante la colonia, fuera del ámbito jesuítico, las manifestaciones teatrales fueron escasas y pobres.Las profanas consistían principalmente en las "rúas", desfiles más o menos alegóricos de personajes disfrazados que pueden haber sido el origen de nuestros "cambara'anga!.- actos alegóricos, pantomimas, declamaciones y hasta diálogos dramáticos que se ofrecían en circunstancias especiales como cambio de gobernador, visita de virreyes etc.

Sólo a fines del siglo XVIII comienzan a tener importancia las manifestaciones teatrales en Asunción y elencos de jóvenes en los que actúaan hasta señoritas de buena sociedad representan obras de peso como "Las vida es sueño" de Calderón de la Barca, o "Trancedo" de Voltaire. Este florecimiento no llegó a dar frutos en la dramaturgia local y por otro lado la dictadura de Francia se encargó de liquidarlo después de la Independencia.

TEATRO EN LAS MISIONES

El Teatro Misionero se dividía en dos categorías:

*El ofrecido en fechas religiosas solemnes ( semana santa, corpus, navidad) , que se trataba de danzas alegóricas, procesiones y autos sacramentales
*El representado en circunstancias especiales como la visita de un superior donde se daba cabida a las formas profanas: Comedia, entremeses y òpera.
Los intérpretes eran en todos los casos indígenas.
Las piezas originales se perdieron después de la expulsión de los jesuitas.
El único texto que llegó a nosotros fué transmitido de forma oral y recogido de un campesino paraguayo por el doctor Manuel Gondra a principios de este siglo.

El surgimiento del teatro paraguayo Según Josefina Plá, el año 1915 señala una verdadera iniciación de la literatura teatral paraguaya contemporánea. Ese año Rafael Rodriguez Rojas publicó en El Liberal de Asunción su comedia titiulada Flor del Valle y J. Demetrio Morínigo el 14 de mayo estrenó con la compañía Meca su drama "Martirios de una madre o venganza del coronel". Dos años más tarde la compañía Chico de la Peña puso en escena "El Intruso" de Leopoldo Centurión. Más tarde el mismo autor presentó "El Huracán" y "El final de un cuento" "La cena de los románticos. Eusebio A.Lugo llevó a las tablas "La chala", "Camino de la fuente" y " La epopeya del Mariscal". Otros dramaturgos surgidos en la época son Pedro Juan Caballero ( El pasado, El Imán, El Vencido, El cínico y Los buitres, todas ellas perdidas); José María de Nestosa ( Over-all asunceno, y Se rifa un marido), Leopoldo Ramos Gimenez, cultor del teatro social en la línea anarquista de Rafael Barret ( La inquisición del oro y La herencia); Francisco Martín Barrios ( La chispa robada y Mariscal López); Manuel Ortiz Guerrero ( Eireté, El crimen de Tintalila y la Conquista).

A partir del año 1924 surgen Luis Ruffinello, Miguel Pecci Saavedra, Facundo Recalde, Arturo Alsina, Roque Centurión Miranda, Josefina Plá, Pedro Juan Caballero y Benigno Villa entre otros. Esta es la generación que introduce el teatro de ideas o de tesis y el simbolismo de manera orgánica en su obra. El modelo de la obra sigue siendo el drama o el melodrama en tres actos básicamente realista al que se introduce la discusión de ideas o tesis o la ejemplificación aleccionadora acerca del problema que se está planteando.

En 1933 aparece por primera vez Julio Correa(*), quien toma el costumbrismo y sus moldes para escribir dramas y comedias en guaraní en los que parecen caber toda la fuerza y la emoción de la vida real que le rodeaba. Con un lenguaje realista y poderoso plantea los problemas más inmediatos y vitales del pueblo.

Correa reavivó el interés en el teatro n un momento en el que el público y las autoridades tenían su atención puesta en la guerra del chaco ( 1932-1935). En 1933 estrenó Sandia Yvyguy, Guerra aj, Tereho jevy frentepe y Péicha guarante. Julio Correa además de escribir obras de teatro dirigía y actuaba. Formó un elenco de actores populares, sin trayectoria previa y los transformó en los máximos intérpretes de nuestras tablas. Para citar algunos nombres: su propia esposa,. Georgina de Corres, Ernesto Baez, Mirna Veneroso, Harmondio Soler Núñez, Carlos Gomez, Teodoro Mongelós, Espartaco Martínez, Aníbal Romero, Elizarda Cazal de Rodas, su sobrino Enrique Correa.

En 1941 se crea el elenco teatral del Ateneo Paraguayo. Una serie de nombres van apareciendo y se van constituyendo en lo que hoy puede calificarse de "dramaturgia moderna paraguaya": Ezequiel Gonzalez Alsina, quien estrena La quijotesca rubia y El gran rival; Jaime Bestard, quien presente Arévalo y Los gorriones de la loma; Augusto Roa Bastos que con la colaboración de Fernando Oca del Valle estrena Mientras llega el día; y ya en los años 50 se suman las obras de Mario Halley Mora, Néstor Romero Valdovinos, José María Rivarola Matto, la propia Josefina Plá en otra etapa de su producción dramática ( el edificio, Alcestes, La cocina de las sombras, Las ocho sobre el mar) para citar los nombres más resaltantes.

En 1956, se inica en el teatro el prolífico escritor Mario Halley Mora (1927) con la comedia dramática "En busca de María" . Algunas de sus obras son: " El Impala", "Un paraguayo en españa", "Un paraguayo en arabia", "El camaleón", "El último caudillo", "El poncho de Timoteo", "El billete de cien dólares", "El sacristán", "La madama", "La noticia", "Testigo falso", "Magdalena Servín", "Interrogante" y "La mano del hombre". También escribió obras en gauraní: "El comisario de Valle lorito", "El sargento de compañía", y"plata yvyguy rekavo.

TEATRO EN BOLIVIA

El teatro como literatura y como arte escénico es un género poco cultivado en Bolivia, razón por la cual, por ejemplo, cuando en 1982 las personalidades más destacadas de la inteligencia boliviana se reúnen en un simposio para dialogar sobre la literatura boliviana, el teatro es el único género que no figura en el programa. Puesto que en Bolivia no se lee teatro, no sorprende que este país carezca de dramaturgos que escriban continuamente, ni que las producciones teatrales sean cada vez más esporádicas. 

Esto explica en parte la falta de una crítica teatral que historice la dimensión espectacular del teatro de este país, carencia que dificulta la labor del investigador que llega del extranjero para realizar estudios sobre la actividad teatral boliviana.


ORIGEN DEL TEATRO EN BOLIVIA

Un estudio del actor y periodista español Daniel González Gómez - Acebo da cuenta que el teatro en Bolivia se practicaba desde la época de los incas, y descarta que esta actividad cultural haya llegado con los españoles en la colonización.

Dos géneros teatrales existían, entonces, el Wanka que significa tragedia y el aranway, similar a comedia. Un ejemplo de este tipo de obra fue encontrada por un etnólogo belga en los valles de Cochabamba, trataba de una historia de amor entre dos campesinos, tenía escenografía propia, y un bosque artificial.

CARACTERISTICAS DEL TEATRO EN ESA EPOCA


Investigaciones acerca del teatro aymara dan cuenta del origen de diferentes personajes que aparecen en danzas aymaras. Por ejemplo, el kusillo, el cual espantaba a los animales para que los campesinos pudieran cazarlos, éste participaba en diferentes bailes, no tenía uno propio.
                 
El cronista peruano Juan de Santa Cruz, averiguó sobre una batalla entre indígenas y españoles en la que aparecen actores en plan de burla frente al oponente. “Uno de ellos se llamaba ‘llama llama’, eran actores que se ponían uno encima del otro y hacían burla a la gente”.
”Ya entrando en las averiguaciones, no sólo en el imperio inca practicaban teatro, sino que lo hacían las diferentes culturas originarias en ritualidades y su cosmovisión, esa interacción era considerada como elementos teatrales absolutos, para dar cuenta de esa experiencia como ejemplo, los Kallawayas”, según el autor.

El teatro boliviano de las últimas décadas del siglo XX observa características que parten desde el comienzo mismo de su teatro: la discontinuidad. Los autores, grupos o promociones obtienen algunos logros, pero por diversas razones, después de un tiempo se truncan, o hay paralización temporaria del teatro; altibajos constantes, es decir, momentos de auge como a finales de los sesenta y caídas o momentos laxos como a principio de los años ochentas y los noventas. Es un teatro que se aboca al pasado, por eso predomina el teatro histórico, con varios niveles de significación, casi siempre aludiendo críticamente a la sociedad contemporánea. Son los jóvenes de las últimas promociones, los que han trabajado la realidad actual desde el presente mismo. Existe una dicotomía de proyecciones, principalmente ideológicas entre el teatro de tendencia universalista y de corte nacional. Por un lado campean los temas existenciales del hombre moderno y por el otro los problemas del boliviano y su historia, vistos desde situaciones pasadas.

 “El teatro boliviano tiene cuatro partes, periodos o etapas: El primero es el teatro de Raúl Salmón. El segundo es el teatro Universitario. El tercero es el Teatro Popular. No voy a confundir o poner en el mismo plano el teatro de Raúl Salmón y el Teatro Popular pese a que hay gente que afirma que el teatro de Raúl Salmón era popular. En realidad lo era, pero solamente a nivel de cantidad de público que asistía a sus funciones…

El cuarto hito: el caos teatral que vive Bolivia desde los años 90. Un caos total, seguramente debido a la globalización, a la multinacionalidad, la interculturalidad y a montones de cosas más; en realidad, a la falta de claridad en el concepto.


OBRAS DESTACADAS DE LA EPOCA

Las primeras obras del siglo XIV, XV y XVI fueron Ollantay, Utqha Paukar y Wanka (la tragedia) del fin de Atahuallpa, estas dos últimas poco conocidas. Las tres son anónimas, es decir, no se conocen de su autoría.

OBRAS DESTACADAS DEL SIGLO XX

En la década de los 80s Gastón Suárez publica; “Después del invierno”, Julio de la Vega; “La Presa”, -   Guillermo Francovich “Cervantes quiere ser corregidor de La Paz” AdolfoMIer Rivas; “Carrito de mano, El Quijote de La Cancha, Santa Vera
Cruz Tálala, El que mon man.”, “Proceda”, de Daniel Pujol.

En la década de los 80, la actividad teatral va reduciéndose paulatinamente hasta terminar en la nada.

Mi compadre el ministro (1953), La birlocha de la esquina, obras de teatro escritas entre 1942 y 1985 y una docena de radio-teatros compuestos por Raúl Salmón de la Barra y representados hasta la fecha constituyen el centro del llamado “teatro popular”.

Desde el estreno de su primera obra en 1942, El Canillita, Salmón ha
dominado la escena nacional por más de tres décadas, convirtiéndose así en el dramaturgo más representado de todos los tiempos”.

 “… en Bolivia arrastramos un gran problema desde la colonia: nos encandilan aún los vidrios de colores, y todo lo que nos llega de fuera es aceptado como mejor que lo nuestro y lo imitamos ciegamente, con la seguridad de estar haciéndolo bien.  Y eso mismo pasó en los noventas, nos encontramos imitando lenguajes y propuestas escénicas que no podíamos entender nosotros mismos. Los resultados se dieron a dos niveles: primero, nos cerramos mucho más que antes hacia el resto de nuestra propia comunidad teatral, asegurando que lo que hacíamos nosotros no sólo era lo mejor, sino lo único. Y segundo, alejando más al público de los teatros, pues las propuestas carecían de calidad o claridad y en otros nos explicaban como debíamos entender nuestra propia cultura...”

“Las verdades del arte son todas relativas. En general dudo que existan las verdades absolutas, pero en esta sociedad parece que queremos  aferrarnos a ellas, crearlas...
Vivimos en crisis, se dice, pero yo valoro el concepto de la crisis. Estar en crisis requiere acciones y generalmente fuertes, dar paso a cosas distintas y eso es fantástico. El arte y el teatro se nutren de la crisis, de ponerse a sí mismo en crisis. En cambio me parece que estamos estancados. Como sociedad no conseguimos dar el paso que hace falta de manera obvia y, respecto al teatro, el tiempo pide acciones que espero sepamos tomar.” "…hablar del teatro boliviano no necesariamente implica hablar de una dramaturgia boliviana, como tampoco implica hablar de lo boliviano desde una sola manera de mirar el espectáculo y sus formas de producción.

Si bien es cierto que ante la presencia de tanta dramaturgia extranjera lo que más a preocupado tanto a críticos nacionales como internacionales, ha sido el aspecto de identidad, es decir entrever la bolivianidad en la dramaturgia del texto y del espacio; hoy, con cierta distancia se puede inquirir que en el proceso del teatro boliviano no existe un camino homogéneo que articule todas las teatralidades y dramaturgias presentes, al contrario, se produce un entretejido enmarañado de caminos en el cual hay que interpretar los discursos y las poéticas de cada proyecto.” 


REPRESENTANTES DEL TEATRO BOLIVIANO


- Julio de la Vega
- Guillermo Francovich
- Arzans y Vela
- Adolfo Mier Rivas
- Mier Rivas
- Carlos Urquizo Huici
- Daniel Pujol
- Raúl salmón de la Barra
- Mario Flores
- Antonio Díaz Villamil
- Joaquín Gantier,
- Adolfo Costa du Reís.

TEATRO DE BRASIL

El teatro de Brasil, nació desde la época colonial, en el siglo XVI, de la mano de los jesuitas, quienes introdujeron una cultura diferente, en su intento de catequizar a los indígenas.

Las primeras formas de teatro que se conocieron, fueron las de los portugueses, basadas en la Biblia y con carácter pedagógico. El mayor exponente de la época fue el Padre Anchieta.

En el siglo XVII, disminuyen las representaciones de obras de autoría jesuítica, al menos las de clara intención de catequesis. Se identifica esta época con una etapa de crisis. Las representaciones de la época, estaban inspiradas en las luchas de su tiempo y se ponían en escena durante las fiestas religiosas o cívicas.
Se destacan las piezas presentadas durante las aclamaciones a D. João IV, en 1641, además de obras de los franciscanos del Convento de Santo Antonio, en Rio de Janeiro, representadas para distracción de la comunidad. En las fiestas de instauración de la provincia franciscana de la Inmaculada Concepción de 1678, se realizaron representaciones.

En el siglo XVII, se destaca la figura de Manuel Botelho de Oliveira (Bahía 1636-1711), que es el primer poeta que publicó dos obras en español. (”Hay amigo para amigo” y “Amor, engaños y celos).

Recién en la segunda mitad del siglo XVIII, comienzan a presentarse piezas teatrales con cierta frecuencia. Los escenarios estaban en palcos montados sobre las plazas públicas, también en las iglesias, y ocasionalmente en algún palacio de gobierno. El teatro poseía carácter educacional, lo que llevó a la presentación en locales fijos, las Casas de Ópera o Casas de Comedia, que aparecieron en todo el país.


A continuación surgieron las primeras compañías teatrales, con la contratación de actores para ciertas presentaciones en las Casas de Ópera, durante todo el año, o por unos cuantos meses.



CULTURA DEL TEATRO DE BRASIL


A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, los actores pertenecían a las clases bajas, generalmente eran mulatos. La participación de la mujer estaba prohibida, debido a los prejuicios que pesaban sobre la actividad. Los personajes femeninos eran interpretados por hombres travestidos.

El repertorio tenía gran influencia extranjera, se presentaban obras de Moliére, Voltaire, Maffei, Metastásio, Goldoni. Entre los autores brasileños están: Luis Alves Pinto, Alexandre de Gusmão, Claudio Manuel da Costa.

En 1808, la familia real traslada su corte a Brasil e impulsa la inauguración de una serie de teatros. Estos sirvieron de sedes para las compañías teatrales, lo cual aumentó la afluencia de público. La primera compañía auténticamente brasilera fue la de Niteroi, en 1833, dirigida por Joao Caetano.

Durante la campaña de independencia, las plateas se volvieron escenarios de manifestaciones y disturbios. El nacionalismo reinante llevó a despedir a los actores extranjeros.

En estos tiempos, los géneros preferidos por el público eran el vaudeville, la revista y la parodia.

Posteriormente llegará el realismo importado de Francia, que introduce la temática social en el teatro de Brasil.

Mucho más tarde, en 1975, Augusto Boal, influido por Brecha, desarrolla técnicas de teatro callejero para obreros, en su libro “Teatro del oprimido”.

Actualmente la actividad teatral abarca todo el territorio de Brasil, con centros en Rio de Janeiro, San Pablo, Belo Horizonte y Salvador.
















jueves, 31 de octubre de 2013

TEATRO EN PERÚ.


Las representaciones escénicas y teatrales surgieron tras el virreinato y fueron los jesuitas hacia el año 1568, los primeros en inaugurar  en  la plaza de san pedro (lima), estas funciones se hacían en las tardes  pero por la afluencia de las gentes se programaron horarios nocturnos.


Las primeras representaciones se daban en los atrios de las iglesias, en el centro de las plazas  sobre tabloides y muchos años después en coliseos.


COLICEO DE LAS COMEDIAS EN LIMA

Las comedias gozaban de la preferencia del público mucho más que los dramas por eso se le dio este nombre al coliseo.

EL TEATRO VIRREINAL

Ubicado en la ciudad de los Reyes en Lima  que en 1796 después de haber tenido unas mejoras  un terremoto lo destruyo y fue reconstruido por  Pablo Olavide y esto origino un conflicto entre la iglesia y la administración del virreinato por que la posición de la iglesia era que acusaban a Pablo de la reconstrucción del teatro era un gasto impío, Olave fue señalado responsable y viaja a España deshonrado, y es allí donde reforma la escena teatral con su espíritu rebelde el teatro principal de Lima hoy llamado teatro Segura a un existe.

Olavide logro su celebridad como dramaturgo, el intelectual pedro Peralta también se destaca con obras de representación peruana en el teatro de la colonia con el drama “triunfo  el amor y poder”, y la comedia “afectos vencen fuerzas”, se destaca el drama Incaico compuesto por Quechua denominado “ollantai”, donde el párroco Pedro Valdés le adopto a la modalidad europea para su puesta en el teatro.

Pero al pasar del tiempo  Perú se convierte en un país más profico en poetas que en autores teatrales los artistas que se han dedicado a escribir teatro se cuentan con los dedos y entre ellos no hay artistas destacados. Quizás la preponderancia a creaciones colectivas se deba este hecho.

Para alguien que quiera estudiar arte dramático las opciones no son muchas   además de la escuela oficial ENAD de muy limitados recursos, existen otras  escuelas o espacios universitarios pertenecientes a grupos particulares  pero ninguno tiene una los recursos suficientes para tener una práctica sostenida.

El movimiento teatral peruano es un movimiento de un grupo de personas que se reúnen para ser teatro, todos son responsables del destino del grupo y comparten los gastos financieros de los montajes.

A continuación algunos  directores que se destacaron en los 80 Roberto Arango, de la universidad católica se  interesan por la problemática urbana juvenil.

Mario Delgada se destacó en todos los campos artísticos, experimenta teatro  político y social con su grupo cuatro tablas.

Ruth Escudero se caracterizó por tratar en sus obras las problemáticas femeninas en sus montajes.

Jorge Guerra  este se centró en la tradición teatral occidental.  

Alberto Isola se centró en la búsqueda de la dramaturgia peruana.

Felipe Ormeño  este por su experiencia y disciplina trabajo con Augusto Boal  y Sergui  arrau, Eugenio Barba se basó en la danza moderna y clásicas en sus creaciones colectivas.      






HISTORIA DEL TEATRO ARGENTINO

ANTECEDENTES

En 1610 se remonta a los tiempos de la colonia los antecedentes históricos sobre diversos ritos, ceremonias-comunidades indígenas, aborígenes y Representaciones africanas. Los jesuitas utilizaron el arte dramático como herramienta evangelizadora.

1720 – 1812 representaciones de los géneros europeos como la comedia dell’Arte Italiana, el sainete y la zarzuela española.

El sainete es una obra dramática de origen español compuesta por un acto único, normalmente acompañada por música y baile.

La zarzuela es un género lírico-dramático español en el cual se alternan escenas habladas con otras cantadas o bailadas. 1778 es edificado el primer espacio de representación teatral y fue el Teatro de la Ranchería.
Siglo XIX Hubo una dependencia del teatro europeo (español, italiano y francés), entre 1880 y el 1930, inmigrantes con preponderancia de italianos y españoles pero también franceses, árabes, irlandeses, árabes, irlandeses y alemanes. Buenos Aires se convirtió en un centro multicultural y pluriétnico, en la dramática de este país empezó a desarrollar lo absurdo y lo grotesco.

Juan Moreira es la novela folletinesca de Eduardo Gutiérrez y su adaptación circense ya que ante el éxito de la novela, un circo estadounidense le pidió a Gutiérrez que realizara una versión mímica-dramática para ser representada en los espectáculos circenses. Se considera la pantomima gauchesca como la piedra fundamental del teatro argentino.

Siglo XX y la actualidad, Argentina vivió conmociones políticas sociales, económicas y culturales que dieron lugar a distintos fenómenos de organización y prácticas sociopolíticas: Corrientes migratorias, aparición de organizaciones sociales sindicales y partidarias, sucesivos golpes de estado hasta cruentas dictaduras.
El  contexto socio político influyó en las distintas manifestaciones teatrales porque éstas reflejaron en su temática y en su quehacer el momento que atravesaba el país.

Leónidas Barletta (Buenos Aires, 30 de agosto de 1902 – 15 de marzo de 1975), fundó el teatro del pueblo 1930- 1976, piedra fundamental del movimiento independiente, marcado con una ley de legislatura porteña, como el día del teatro independiente, este movimiento teatral inaugura una corriente artística innovadora que concibe este arte como una verdadera forma de pensar y hacer el teatro, autores como Aurelio Ferreti, Carlos Gerostiza, Osvaldo Dragún entre otros dieron un estilo único y original a la dramática argentina, quienes le dieron importancia a la escenografía y el vestuario así como de la necesidad de formarse actoralmente.

El teatro argentino se abre a los temas sociales más polémicos y se consolida como un fenómeno paralelo al teatro oficial subvencionado, forjándose un teatro económicamente independiente que pudo autofinanciarse.
Los movimientos más importantes de este proceso son el sainete y el grotesco, porque han permanecido durante los años.

Podemos decir que la primera modernización fue la afirmación del teatro de arte estructurada entre los años 1949- 1960.

Una emergencia de una nueva ideología estética llevada en los años 1939- 1949:

·        Teatro de vanguardias y experimentación, la segunda línea, bajo la influencia de las obras de Ionesco y beckett, presenta exponentes como Eduardo Pavlosky y Griselda Gambaro, que juntos realizaron el desatino.
·        Realismo social, se ve reflejada en soledad para cuatro de Ricardo Halac, nuestro fin de semana y los días de Julián Bisbal de Roberto Cossa.
·        Nuevo Grotesco, la tercera y última de estas divisiones viene del grotesco, sus personajes son tragicómicos, la fiaca de Ricardo Talesnik (1967) y la valija de Julio Mauricio (1968).

El teatro Argentino actual, en cuanto a la dramaturgia, puede decirse que se ha consolidado la producción en las que han surgido nuevos autores: Carlos Pais, Mauricio kartun, Daniel veronese y Enrique Morales entre otros.

En la actualidad el teatro es una actividad que se desarrolla normalmente, durante los fines de semana hay en Buenos Aires, alrededor de 80 espectáculos que se presentan en diferentes salas.

En la Argentina existe una fiesta nacional del teatro que se realiza anualmente en distintas ciudades del país, se prioriza la participación de las salas independientes y el apoyo de organismos culturales regionales.